El vigilante fronterizo iba sin apuro hacia el lugar donde habían
reportado el aterrizaje de una avioneta supuestamente cargada de drogas.
Pasando cerca de un matorral, oyó un ruido extraño y descubrió a dos hombres
revolcándose desnudos. El militar, que no tenía ánimos para
bicocas, limitó su discurso a un regaño amistoso: - A ver, par de maricas,
si desaparecen rápido de aquí, que no estoy para ustedes.
Uno de los aludidos respondió ofendido: - Tú no puedes hablar conmigo
en ese tono, yo soy un dirigente del Partido. Esas palabras cambiaron
radicalmente la perspectiva del vigilante: desenmascarar a
aquel cabecilla libertino parecía una tarea más importante
que confiscar el contrabando. Sacó el arma de la funda y
replicó con profesionalismo: - Pues ahora vas preso, so cabrón.
El ex
funcionario recibió una condena de varios años de cárcel y, tras las rejas,
murió.
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